INTRODUCCIÓN
Centrándonos en nuestro país nos damos cuenta que en estos últimos 40 años no hubo políticas eficientes que impulsaran el desarrollo en el corto ni en el largo plazo sobre el turismo.
Nuestro país célebre por sus riquezas naturales y logros culturales autóctonos, es sin embargo, uno de los países con más pobres del continente. Para comprender cómo un país, tan reconocido por sus riquezas, presenta esta situación, debemos conocer su historia y los diferentes procesos de explotación económica de nuestros recursos.
Hoy, en el Perú, se presenta, una nueva promesa de desarrollo, que esta vez se fundamenta en la explotación turística de nuestro patrimonio cultural y natural.
El turismo ha sido identificado como uno de los sectores económicos de mayor crecimiento, superando incluso las tasas mundiales, ya que en el Perú el promedio anual de llegadas internacionales, fue de 12.9% entre 1990 y 1999; mientras que a nivel mundial, fue de 4% durante el mismo lapso. Asimismo, esta actividad se ha convertido a partir de 1998 en la segunda fuente de divisas, después de la minería, llegando a generar 1003 millones de dólares durante el año 1999.
La actividad turística en el Perú, no es reciente, tiene más de 40 años de desarrollo, aunque, sólo estuvo focalizado en algunas regiones. Pero, es en los últimos 5 años que se le ha revalorizado, debido a los cambios internos sufridos por el país, además, de la creciente demanda internacional en busca de nuevos destinos.
Es a partir del año 1968 que el estado promueve el desarrollo del turismo, principalmente en el departamento del Cuzco; por la enorme cantidad de recursos culturales con que cuenta la región, y debido al interés de la UNESCO, del Banco Mundial y de algunos inversionistas. En los años siguientes, el turismo presenta una tendencia tímidamente creciente, para luego mantenerse sin grandes oscilaciones, teniendo como año pico 1988 y como año mas bajo 1992. La estrepitosa caída de este ultimo año, refleja la dramática realidad que se vivió, motivada por la violencia política y la epidemia del cólera, que nos golpeó duramente; luego de aplicarse un paquete de medidas de ajuste estructural impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en agosto de 1990. Esta situación se destaca en términos de impacto social, como el más severo paquete de medidas económicas jamás aplicado en América Latina, África Sub-sahariana o Europa del Este, desde la recesión económica mundial de 1981-1982, en ninguno de los 70 países deudores, la política macroeconómica alcanzó tal nivel de brutalidad, medidas que fueron ejecutadas por el cuestionado régimen de Alberto Fujimori.
A partir del año 1995 se da un acelerado repunte, en la llegada de turistas internacionales, motivo por el cual, pasa a ocupar un lugar prioritario en la agenda del estado, además, de motivar el interés de inversionistas nacionales e internacionales. Es así que, el anterior como este gobierno relanza de manera intensiva la actividad turística y se reproduce un discurso en el cual, se argumenta que la explotación de nuestros recursos culturales y naturales a través del turismo, tendría como consecuencia directa, la generación de empleos, descentralización , reducción de la pobreza, preservación de la naturaleza y el patrimonio cultural. Con la consecuente afirmación de nuestra identidad. Presentándose desde esta perspectiva como la panacea económica, buscada para lograr, por fin, el tan ansiado desarrollo.
Sin embargo, no es la primera vez que se anuncia una situación similar en el Perú, pues a lo largo de su historia republicana, ha tenido muchas promesas de desarrollo, en base a la explotación de sus recursos naturales. Para lo cual, también se pronunció todo un discurso justificatorio en nombre del bien común.
Haciendo un breve recuento, tendríamos como principales hitos de estas promesas de desarrollo, la explotación del guano durante las últimas décadas del siglo XIX, la explotación del caucho que significó un etnocidio masivo en nuestra Amazonía; la extracción del petróleo, que causó grave deterioro ecológico, además de significar el despojo de tierras a las comunidades nativas de la selva. La pesca, actividad en la cual el Perú, llegó a ser uno de los primeros a nivel mundial, pero, tuvo como resultado, la casi extinción de la anchoveta, que era el principal recurso para la elaboración de la harina de pescado. Y ya en los últimos años, la minería, que en la actualidad, causa grave daño ecológico, con miles de hectáreas de tierra de cultivo perdidas y bosques afectados, 160 ríos y lagos contaminados, además de un nocivo impacto social que aqueja a más 1126 poblados de 16 de los 24 departamentos del país, de acuerdo a los datos de la Coordinadora Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería (CONACAMI).
Es así que, la explotación intensiva de nuestros recursos, no tuvo, ni tiene, un efecto significativo en la mejora de la calidad de vida de los peruanos; contribuyendo al contrario, en agravar las difíciles condiciones de supervivencia de la población, como lo demuestra las cifras presentadas por el Instituto (ENVIV- 2000), en el que, mas de un millón y medio de peruanos, que no eran pobres, han pasado a la situación de pobreza durante el periodo 1997-2000. La realidad nos muestra que, el uso y depredación de nuestros recursos, termina convirtiéndose en ganancias de un reducido grupo de poder económico, en su mayoría transnacional, el cual, usufructúa y monopoliza nuestros recursos para su exclusivo beneficio. En la actualidad las condiciones de la economía mundial se han reestructurado de manera aún más beneficiosa para los grandes inversionistas. Y teniendo el precedente de la historia económica brevemente descrita, hemos de esperar que el desarrollo del turismo corra la misma suerte de las actividades antes mencionadas, si es que, no se presenta un cambio o reforma sustancial de la actual política turística y por ende económica del país.
Sin embargo, se argumenta que el turismo se desenvolverá en un marco de desarrollo sustentable efectivizado, a través de la practica del ecoturismo, argumento que peca de ingenuo, optimista y abstracto, además, de no ajustarse a la realidad de la actual política turística peruana. Tal política, considera que el turismo es ante todo, una actividad económica. En consecuencia para que su desarrollo sea sostenible en el tiempo debe ser una actividad rentable, con capacidad de generar utilidades a los inversionistas.
Vemos que, la consideración conceptual del turismo en el Perú, califica a éste como un negocio más, dentro de la economía de mercado, y por lo tanto, sujeta a todas las premisas, mecanismos y dinámicas, propias de cualquier otra actividad económica capitalista. Es por ello que, nuestro análisis, debe ser lúcido y realista, sobre todo, en un país como el Perú, que es uno de los países con mayor desigualdad económica de Latinoamérica donde la extrema riqueza ofende la pobreza de la mayoría; y siendo Sudamérica una región en la que, según el informe sobre el desarrollo, publicado por el Banco Mundial los contrastes entre la pobreza y la riqueza son los mas notables del mundo. Situación que debe llevarnos a tomar los discursos oficiales con mucha precaución y someterlos desde luego a un análisis crítico, y su debida contrastación con la realidad.
Esto, sin negar que en determinados lugares o comunidades del país, se realicen esfuerzos por llevar a cabo prácticas turísticas sustentables, pero estas sólo es parte de iniciativas particulares y no de una política turística nacional.
La actual política turística nacional, exige expresamente la necesidad de desregular aún más el mercado laboral y las leyes ambientales, además, de minimizar la función fiscalizadora del estado. A pesar que los beneficios y derechos laborales son casi inexistentes y que la legislación ambiental es bastante deficiente, se propone como contrapartida la autorregulación entre los propios participantes en el mercado. Pues consideran que el cumplimiento de ciertos requisitos o normas ambientales y sociales los afectaría con costos innecesarios que disminuirían sus ganancias.
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